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Miedo a la vida - Alexander Lowen

INTRODUCCIÓN

Aunque no siempre se define en esos términos, la neurosis es el miedo de vivir. El individuo neurótico teme abrir su corazón al amor, teme salir de sí mismo o luchar, teme ser auténtico. Estos temores se pueden explicar desde un punto de vista psicológico. Abrir el corazón al amor vuelve al individuo vulnerable a ser herido; salir de sí para extenderse a otros, hace correr el peligro de ser rechazado; luchar, de ser destruido. Pero hay otra dimensión del problema. Muchas personas no pueden vivir o sentir más de lo que están acostumbradas porque esto amenaza con destruir su ego1, sobrepasar sus límites, minar su identidad. Vivir más y sentir más intensamente asusta.

Trabajé con un joven cuyo cuerpo estaba como muerto. Estaba contraído y tenso, sus ojos inexpresivos y tez pálida, tenía respiración entrecortada. Gracias a ejercicios terapéuticos y a una respiración más profunda, su cuerpo se tornó más vivo. Sus ojos brillaron, mejoro su color, sintió estremecimientos en algunas partes de su cuerpo y le comenzaron a vibrar las piernas. Pero al experimentar todo esto, me dijo: "¡Es demasiada vida! ¡No puedo resistirlo!"

Creo que, en cierta medida, todos estamos en la misma situación de este joven. Deseamos ser mas vitales y sensibles, pero tenemos miedo. Nuestro temor a la vida se evidencia en la forma en que nos mantenemos ocupados para no sentir; en que corremos para no enfrentarnos con nosotros mismos; o nos entregamos al alcohol y las drogas, para no sentir nuestro ser. Porque tememos a la vida, intentamos controlarla o dominarla. Creemos que es malo o peligroso dejarnos llevar por las emociones. Admiramos a la gente impasible, que actúa sin sentimientos. Nuestro héroe es James Bond, el Agente Secreto 007. El énfasis de nuestra cultura está puesto en la acción y en el éxito. El individuo moderno se empeña en ser triunfador y no en ser una persona. Pertenece claramente a la "generación de la acción", cuyo lema es hacer más y sentir menos. Esta actitud caracteriza en gran parte a la sexualidad moderna: más acción y menos pasión.

Independientemente de lo bien que podamos actuar, en cuanto personas somos un fracaso. Creo que la mayoría de nosotros sentimos el fracaso en nosotros mismos. Somos vagamente conscientes del dolor, la angustia y la desesperación que subyacen en nuestro ser, pero estamos decididos a vencer nuestras debilidades, superar nuestros temores y eliminar nuestras preocupaciones. Esta es la razón por la cual son tan populares los libros acerca del éxito personal o "¿Cómo hacerlo?". Por desgracia, estos esfuerzos están destinados al fracaso. Ser auténticamente una persona no es algo que se pueda lograr, no es una actuación. Exige poner freno a la actividad incesante y darse tiempo para respirar y sentir. En el curso de este proceso, podemos experimentar dolor, pero si tenemos el valor de aceptarlo, también experimentaremos placer. Si podemos enfrentar nuestro vacío interior, lograremos plenitud; si podemos atravesar nuestra desesperación, descubriremos la alegría. Y en este emprendimiento terapéutico necesitaremos ayuda.

¿Es el sino del hombre moderno ser neurótico, tener miedo a la vida? Mi respuesta es afirmativa, si definimos al hombre moderno como integrante de una cultura cuyos valores predominantes son el poder y el progreso. Puesto que estos valores caracterizan la cultura occidental del siglo XX, se deduce que toda persona que se desarrolla en el seno de esta cultura es neurótica.

El individuo neurótico está en conflicto consigo mismo. Una parte de su ser trata de sojuzgar a la otra. Su ego intenta dominar su cuerpo; su mente racional trata de controlar sus sentimientos; su voluntad, de vencer sus temores y ansiedades. Si bien este conflicto es en gran medida inconsciente, aniquila la energía de la persona y destruye su paz mental. La neurosis es un conflicto interno. El carácter neurótico adquiere diferentes formas, pero todas ellas implican una lucha entre lo que el individuo es y lo que él cree que debería ser. Y todos los seres neuróticos están involucrados en esta lucha.

¿Cómo surge este estado de conflicto interior? ¿Por qué es el sino del hombre moderno sufrir ese conflicto? En el caso individual, la neurosis surge en el contexto de la situación familiar y, puesto que la familia está sometida a todas las fuerzas de la sociedad de la que forma parte, refleja la situación cultural. Para comprender las condiciones existenciales del hombre moderno y conocer su sino, deben investigarse las fuentes del conflicto en el seno de su cultura.

Algunos de los conflictos de nuestra cultura no nos son desconocidos. Por ejemplo, hablamos de paz, pero nos preparamos para la guerra. Predicamos la conservación del medio ambiente, pero explotamos despiadadamente los recursos naturales en pro de beneficios económicos. Nos abocamos a lograr poder y progreso, cuando lo que anhelamos es placer, paz interior y estabilidad. No nos damos cuenta de que el poder y el placer son valores antagónicos y de que el primero a menudo excluye al segundo. El poder conduce inevitablemente a luchar por su posesión, lo cual con frecuencia lanza al padre contra el hijo y al hermano contra su hermano. Es una fuerza divisiva en la comunidad. El progreso requiere una constante actividad para cambiar lo viejo por lo nuevo, sobre la base de que lo nuevo es siempre superior. Si bien esto puede ser verdad en algunas esferas de la técnica, es una creencia peligrosa. Por extensión, implica que el hijo sea superior al padre, o que la tradición sea simplemente el peso muerto del pasado. Hay culturas en las que predominan otros valores; en las que el respeto por el pasado y las tradiciones son más importantes que el deseo de cambio. En estas culturas, se minimiza el conflicto y la neurosis es un fenómeno raro.

Los padres, en cuanto representantes de la cultura, tienen la responsabilidad de legar a sus hijos los valores culturales. Exigen al niño actitudes y comportamientos destinados a amoldarlo al modelo social y cultural. Por un lado, el niño rechaza estas exigencias, porque implican la domesticación de su naturaleza animal. Para formar parte del sistema debe ser "quebrado". Por otro lado, el niño desea cumplir esas exigencias para conservar el amor y la aprobación de sus padres. El resultado dependerá de la naturaleza de esas exigencias y de la forma en que se le impongan. Con amor y comprensión, es posible enseñarle los hábitos y costumbres propios de una cultura sin quebrar su espíritu. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos el proceso de adaptación del niño a la cultura quiebra su espíritu, lo que lo vuelve neurótico y temeroso de la vida.

El aspecto central del proceso de adaptación cultural es el control de la sexualidad. Todas las culturas imponen restricciones de algún tipo al comportamiento sexual, que parecen ser necesarias para prevenir la discordia dentro de la comunidad. Los seres humanos son criaturas celosas y proclives a la violencia. Incluso en las sociedades más primitivas, el lazo del matrimonio es sagrado. Los conflictos que surgen de este tipo de restricciones son externos a la personalidad. Comúnmente, en la cultura occidental se hace sentir al individuo culpable en relación a los sentimientos sexuales y prácticas sexuales como la masturbación que, en ningún caso, constituyen una amenaza para la paz de la comunidad. Cuando la culpa o la vergüenza se asocian a esos sentimientos, el conflicto se internaliza, generando el carácter neurótico.

El incesto es tabú en todas las sociedades humanas, pero los sentimientos sexuales del niño por el padre del sexo opuesto sólo se censuran en las sociedades modernas, donde se considera que ponen en peligro el derecho exclusivo del progenitor al afecto sexual de su pareja. El padre del mismo sexo ve al niño como un rival y, aunque el incesto no se produce, lo hace sentir culpable por este sentimiento y este deseo, totalmente naturales.

Cuando Freud investigó las causas de los problemas emocionales de sus pacientes a través del psicoanálisis, descubrió que en todos los casos estos problemas implicaban la sexualidad infantil y, en particular, los sentimientos sexuales hacia el padre del sexo opuesto. Descubrió también que, asociados a estos sentimientos incestuosos, surgían deseos de muerte hacia el padre del mismo sexo. Observando el paralelismo con la leyenda de Edipo, calificó esta situación infantil como edípica. Si un niño no sofocaba los sentimientos sexuales hacia su madre, sufriría el sino de Edipo, esto es, mataría a su padre, casándose con su madre. Para evitar ese sino, si no reprime tanto sus deseos sexuales como sus deseos hostiles, el niño es amenazado con la castración.

El psicoanálisis reveló también que no sólo se suprimían esos sentimientos, sino la situación edípica en sí; es decir, el adulto no recuerda el triángulo en que se vio envuelto entre los tres y los seis años de edad. Mi propia experiencia clínica confirma esta observación. Pocos pacientes pueden recordar algún tipo de deseo sexual hacia su padre o su madre. Más aún, Freud entendía que esta represión era necesaria si el individuo quería tener una vida sexual normal en la edad adulta. Pensó que la represión hacía posible transferir a una pareja los deseos sexuales tempranos hacia el progenitor; de lo contrario, según Freud, el individuo quedaba "fijado" a su padre o su madre. Así, la forma de resolver la situación edípica era la represión, que facultaba al niño para pasar de un período latente a una adultez normal. Si la represión era incompleta, el individuo se convertía en un neurótico.

Según Freud, el carácter neurótico representa la incapacidad para adaptarse a la cultura. Reconoció que la civilización niega al individuo la gratificación total del instinto, pero consideró que esta negativa era necesaria para el progreso cultural. De hecho, avaló la idea de que el sino del hombre moderno era ser infeliz; y que el psicoanálisis nada podía hacer contra este sino, limitándose a ayudar a que el individuo funcione adecuadamente dentro del sistema cultural. Consideró la neurosis como un síntoma (fobia, obsesión, compulsión, melancolía, etc), que interfiere con ese funcionamiento.

Wilhelm Reich sostuvo otro punto de vista. Si bien estudió con Freud y fue miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Reich descubrió que la ausencia de un síntoma de incapacidad no era un criterio determinante de la salud emocional. Trabajando con pacientes neuróticos, comprobó que el síntoma surgía a partir de una estructura de carácter neurótica y sólo podía ser totalmente eliminado si se cambiaba esa estructura. Para Reich, no se trataba de funcionar adecuadamente en la cultura, sino de que el individuo pudiese entregarse con plenitud al sexo y al trabajo. Esta capacidad permite experimentar satisfacción plena en su vida. En la medida en que carece de ella, será un neurótico.

En su trabajo terapéutico, Reich se centró en la sexualidad como clave para comprender el carácter. Comprobó que el individuo neurótico tenía algún tipo de perturbación en su respuesta orgásmica, siendo incapaz de entregarse plenamente a las convulsiones involuntarias del placer del orgasmo, por temor a la sensación desbordante del orgasmo total. En algún grado, el neurótico era orgásmicamente impotente. Si, como resultado de la terapia, alcanzaba esa capacidad, se convertía en un ser emocionalmente sano y desaparecían todos sus trastornos neuróticos. Más aún, su liberación de la neurosis se prolongaba en la medida en que mantuviera su potencia orgásmica.

Reich descubrió la conexión existente entre la impotencia orgásmica y el problema edípico. Declaró que la neurosis tenía su origen en la familia patriarcal autoritaria, donde se suprimía la sexualidad. No aceptó que el hombre estuviera

inexorablemente ligado a un sino de infelicidad. Creía que un sistema social que niega al individuo la satisfacción plena de sus necesidades instintivas era un sistema enfermo que debía ser cambiado. En sus primeros años como psicoanalista, Reich fue también un luchador social; sin embargo, en sus últimos años, llegó a la conclusión de que las personas neuróticas no pueden cambiar una sociedad neurótica

He sido fuertemente influido por el pensamiento de Reich, quien fue mi maestro desde 1940 hasta 1953, y mi analista de 1942 a 1945. Me convertí en psicoterapeuta por considerar que su enfoque de los problemas humanos, tanto teóricamente (análisis del carácter) como técnicamente (vegetoterapia), representaban un importante avance en el tratamiento del carácter neurótico. El análisis del carácter ha sido la mayor contribución de Reich a la teoría psicoanalítica. Para él, el carácter neurótico es el terreno en que se desarrolla el síntoma neurótico; por ello, consideraba que el análisis debe centrarse en el carácter y no en el síntoma, a fin de lograr la mejoría. La vegeto terapia marcó la irrupción del proceso terapéutico en el campo somático, Reich vio que la neurosis se manifestaba tanto en un funcionamiento vegetativo perturbado como en conflictos psíquicos. La respiración, la motricidad y los movimientos involuntarios y placenteros del orgasmo se verán notablemente alterados en el individuo neurótico por tensiones musculares crónicas. Describió estas tensiones como un proceso de acorazamiento que era un reflejo del carácter en el plano somático. Estableció que la actitud corporal de un individuo es funcionalmente idéntica a su actitud psíquica. Los trabajos de Reich son la base dé mi desarrollo del análisis bioenergético, el que amplía sus conceptos en varias direcciones importantes.

1. El análisis bioenergético proporciona una comprensión sistemática de la estructura del carácter, tanto en el nivel psíquico como en el somático. Esta comprensión permite leer el carácter y los problemas emocionales de la persona a partir de la expresión de su cuerpo. También hace posible imaginar su historia, puesto que sus experiencias vitales se han estructurado en su cuerpo. La información obtenida por esta lectura del lenguaje corporal es integrada al proceso analítico.

2. A través de su concepto de enraizamiento (grounding), el análisis bioenergético brinda una comprensión más profunda de los procesos energéticos del cuerpo que afectan la personalidad. El enraizamiento se refiere a la conexión energética entre los pies de una persona y la tierra o suelo. Refleja la cantidad de energía o sentimiento que el individuo permite ingresar en la parte inferior de su cuerpo. Revela la relación del individuo con el terreno que pisa. ¿Está bien asentado, o flota en el aire? ¿Sus pies están bien plantados? ¿Cómo se para? El sentimiento de seguridad e independencia está íntimamente ligado al funcionamiento de sus píes y piernas, y estos sentimientos influyen sobre su sexualidad. 3- El análisis biogenético utiliza varias técnicas corporales activas y ejercicios que ayudan a fortalecer su estar de pie, incrementan la energía, aumentar y profundizar la autopercepción y activar la autoexpresión. En el análisis bioenergético, el trabajo corporal se coordina con el proceso analítico, haciendo de esta modalidad terapéutica un abordaje mental y corporal de los problemas emocionales.

Durante más de treinta años he practicado la terapia tratando de ayudar a que mis pacientes logren un poco de felicidad y alegría en su vida. Este propósito ha requerido un esfuerzo constante por comprender el carácter neurótico del hombre moderno, tanto desde un punto de vista cultural como individual. Me he centrado en la lucha del individuo por dar algún sentido a su vida y encontrar satisfacción; en otras palabras, en su lucha contra el sino. Sin embargo, el telón de fondo de esta lucha es la situación cultural. Sin un conocimiento del proceso cultural, no podemos comprender el problema en toda su profundidad.

El proceso cultural que dio lugar a la sociedad y al hombre modernos fue el desarrollo del ego, desarrollo asociado a la adquisición del conocimiento y el dominio de la naturaleza. El hombre es parte de la naturaleza como cualquier otro animal, y está sujeto totalmente a sus leyes; pero está también por encima de la naturaleza, modificándola y controlándola. Y lo mismo hace con su propia naturaleza; una parte de su personalidad , el ego, se vuelve contra la parte animal, el cuerpo. La antítesis entre el ego y el cuerpo produce una tensión dinámica que conduce al desarrollo de la cultura, pero a la vez contiene un potencial destructivo. Esto puede comprenderse mejor mediante la analogía del arco y la flecha. Cuanto más tenso está el arco, más lejos lanza la flecha; pero si el arco se fuerza, se romperá. Cuando el ego y el cuerpo se oponen hasta el punto en que no hay contacto entre ellos, el resultado es un derrumbe psicótico. Creo que en nuestra cultura hemos llegado hasta este punto peligroso. Los derrumbes psicóticos son muy frecuentes, pero lo es todavía más el miedo a ese derrumbe, tanto a nivel personal como social.

En virtud de su cultura y del carácter que ésta genera ¿cuál es el sino del hombre moderno? Si la historia de Edipo puede servir de profecía, lo que profetiza es que, al lograr éxito y poder, lo único que logramos es la disociación o el quebrantamiento del mundo individual. Si el éxito sé mide por las posesiones materiales —como sucede en los países industrializados— y el poder por la capacidad para hacer y andar (máquinas y energía), la mayor parte de la gente del mundo occidental cuenta con poder y éxito. El colapso de su mundo reside en el empobrecimiento de su vida interior o emocional. Habiéndose propuesto lograr éxito y poder, tiene poco más por lo cual vivir. Y, como Edipo, se han transformado en seres sin raíces que vagan por el mundo sin encontrar la paz en ninguna parte. Cada individuo se siente alienado, en algún grado, de sus congéneres y cada uno lleva dentro de sí un profundo sentimiento de culpa que es incapaz de comprender. Esta es la situación existencial del hombre moderno.

El desafío que enfrenta el hombre moderno consiste en reconciliar los aspectos antitéticos de su personalidad. A nivel corporal, es un animal; a nivel del ego, un semidiós. El sino del animal es la muerte y eso es lo qué el ego, en sus aspiraciones divinas, procura evitar; pero al tratar de eludir este sino, el hombre se crea uno aún peor: vivir con miedo a la vida.

La vida humana está llena de contradicciones. Es señal de sabiduría reconocerlas y aceptarlas. Podría parecer un contrasentido decir que aceptar el propio sino conduce a un cambio, pero así es. Cuando el hombre ya no lucha contra el destino, desaparece su neurosis (conflicto interno), y logra la paz interior. El resultado es una actitud diferente (no temer a la vida), que se expresa en un carácter diferente y está asociada a un destino diferente. Este individuo tendrá el valor de vivir y de morir y conocerá la plenitud de la vida. Así termina la historia de Edipo, cuyo nombre identifica el problema clave de la personalidad del hombre moderno.