“Si alguien no ha entendido que levante la mano” dijo uno de los danzantes maorí en la inauguración de la Feria del Libro de Frankfurt, la más importante del mundo, que tiene a Nueva Zelanda como país invitado de honor. “No importa, lo que quería era transmitirles el espíritu de mi lengua”, añadió luego. Los temores ante el mundo digital y el pesimismo económico marcaron la tendencia.
La Feria del Libro de Frankfurt se inauguró ayer entre las discusiones ya consuetudinarias sobre los retos que implica la revolución digital y la cosmogonía maorí, que Nueva Zelanda, país invitado de este año, ha puesto en el centro de su presentación. Tras la clásica conferencia de prensa inaugural, en la que el presidente de Asociación de Libreros de Alemania, Gottfried Honnefelder, habló de la situación actual del sector, se hizo una presentación para la prensa del pabellón neozelandés. Los periodistas se reunieron junto a la entrada, alguien les saludó en maorí y luego empezó a cantar en ese mismo idioma para, después de un rato, pasar al inglés con un lacónico “you are welcome”.
El pabellón estaba en tinieblas. Se alcanzaba a ver un foso, con agua, que separaba la parte exterior del mismo con un centro lleno de pantallas gigantes en las que se podían leer frases en inglés describiendo a Nueva Zelanda como una isla mítica y misteriosa. Simultáneamente se oían cantos en maorí que venían desde alguna esquina del pabellón y en otras, que parecían cuevas, algunos libros colgaban del techo como si fueran frutos de un árbol. Poco a poco, alguien guió a la gente hacia el lugar desde donde salían los cantos en maorí y la situó ante un escenario donde se siguió cantando y recitando durante un buen rato.
(…) en la conferencia de prensa, el director de la Feria, Jürgen Boos había comparado la situación actual del sector no con el comienzo del mundo según la mitología maorí pero sí con el “bigbang”. “Estamos en el primer pictosegundo después de un ‘bigbang’ que cambiará la galaxia Guttenberg”, dijo Boos refiriéndose a la situación del sector editorial con el avance de la digitalización.
“Todo cambia, el tablero de clase se convierte en un monitor y los libros ya no están en las bibliotecas sino en una nube digital”, recordó Boos.Sin embargo, dentro de la discusión sobre la digitalización, Boos volvió a mostrarse como uno de los representantes del optimismo. “Lo importante no es la discusión acerca de si los niños leen en papel o en un soporte electrónico, lo importante es que lean, que las historias les lleguen”, dijo. Del lado de los libreros alemanes, Gottfried Honnefelder, en cambio, dejó entrever cierto pesimismo con respecto a la situación de las librerías, que luchan año tras año en todo el mundo con bajas en la facturación.



